viernes, 15 de septiembre de 2017

Vuelo 232 a Marte



ERAN las 2:17 —recuerdo con precisión la hora porque no podía dormir y alternaba la mirada entre mi reloj y el espacio—, cuando apareció aquel solitario astronauta. Atónito, me refregué los ojos, volví a mirar a través del ojo de buey y traté de despertar, sin fortuna, al pasajero a mi lado. Luego llamé a la azafata por el intercomunicador, pero tampoco obtuve respuesta. El resto del pasaje parecía profundamente dormido. Quise gritar para que despertaran y vieran lo que yo estaba viendo, pero un nudo en la garganta me lo impedía. El astronauta ahora agitaba sus brazos saludándome y comenzaba a acercarse a la astronave. A las 2:29, alcanzó mi ojo de buey, se quitó uno de los guantes y posó la palma de la mano sobre el vidrio, y yo, impensadamente, lo imité. Las siluetas de nuestras manos calzaban de tal manera la una en la otra, que cualquiera hubiera dicho que pertenecían a una misma persona. Entonces leí en sus labios la palabra «Gracias». A las 2:32, pude observar, aterrado, cómo la astronave se alejaba con aquel desconocido acomodándose en mi asiento.
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7 comentarios:

Ángeles dijo...

Oh, qué escalofriante!
Es que hay que mirar muy bien a quién se deja entrar por la puerta de nuestras manos...

Me ha gustado mucho.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Ángeles, Julio, muchas gracias por vuestros comentarios.

Saludos cordiales

Sara dijo...

Bueno, supongo que lo peor hubiera sido que tú te hubieras intercambiado con el astronauta y hubieras salido al espacio sideral:) A menos que tú y el astronauta seáis la misma persona u otras posibilidades posibles:)

Me ha gustado mucho este juego de identidades que te has inventado.

Besos.

Miguel Ángel Pegarz dijo...

Espeluznante. Y aunque lo lea varias veces sigo en la duda de si ha hecho una buena acción o se ha arruinado el futuro.

Francisco Espada dijo...

¿Quién es quién? Todo depende del punto de vista. Precioso relato.

Un abrazo.

José A. García dijo...

Terror en el espacio, muy bueno.

De seguro hubiera hecho lo mismo en su lugar.

Saludos,

J.

Gabriel Bevilaqua dijo...

Quizás, Sara, lo peor sucedió…

Probablemente las dos cosas, Miguel Ángel.

Así es, Francisco.

A veces es bueno cambiar de geografías, José. ;)


Gracias a todos por vuestros amables comentarios.

Saludos siderales

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