miércoles, 22 de julio de 2009

De terapias y sensibilidades


Amores, desencantos, alegrías, resentimientos… lo poblaban como una tormenta de recuerdos que hacían zozobrar su identidad. Al tanto del caso, el psicoanalista le había recomendado una regresión. Decenas de hombres, mujeres y niños se adueñaron de sus labios. Pronto el profesional cayó en el desconcierto al advertir que todas sus vidas pasadas eran coetáneas. El paciente, incapaz de revelarle su novel conversión, esbozó lo que parece una sonrisa: “Una cosa es evitar el sol, crucifijos y ajos —pensó—; pero otra, muy distinta, la de resignarme a puros amnésicos”.


2 comentarios:

aus dijo...

seguramente el cazador del relato siguiente nunca leyó este texto; de lo contrario habría sabido que para la ocasión necesitava crucifijos yajos :P

Gabriel Bevilaqua dijo...

Jeje, lo que pasa Aus, es que en estos tiempos cualquiera lee un libro sobre el tema y ya se considera un cazador: ¡improvisados! Tal vez sería una buena idea poner una escuela de cazadores; hay tanto vampiro por ahí... ;)

Saludos.

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