Poseía agujeros pequeñitos como un dedal y grandes como una alcantarilla. Perfectamente redondos algunos, o de bordes infinitamente irregulares otros. Casi todos, sin embargo, eran de matices oscuros como corresponde a un buen agujero; aunque los había también claros con luz del alba. Reunía en total más de cinco mil, porque digamos que Martín era un coleccionista de agujeros. Así tal cual se oye. La fama de su colección no tardaría demasiado en saltar las fronteras: lo invitaron a exponerla en París en el mismísimo Centro Pompidou. Ebrio de entusiasmo quiso adelantarse para ajustar detalles. Pero el avión que lo seguía con los agujeros se accidentó. Y todos se fueron hasta el fondo del océano… Y tras ellos, el agua.
jueves, 25 de junio de 2009
Imponderables
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5 comentarios:
wow, ¿sabes que es lo que más me gusta de tus minificciones? que cumples con el requisito de que el final no se adivine, por pequeña que sea.
un beso
Es lo que tienen los agujeros, tienes el riesgo de caerte por ellos...
Me ha encantado! Espero que el agujero en el que se esconde sea lo suficientemente profundo como para que no lo encuentren :)
Un poco de rock... no me pega mucho que te guste el rock, pero me han entrado ganas de escuchar esta canción! ;)
Gracias Aus, ese es un requisito importante, sin duda; a veces se puede lograr, y otras no. Afortunadamente en éste sí.
Virginia mientras te escribo estas líneas estoy escuchando el tema del link; gracias por el regalito, suena bien, aunque sea la primera vez que me anoticio de este grupo, Marea, sino vi mal. Como sea que bueno que te haya gustado el micro.
Saludos a ambas.
Muy bueno. Pobre Martín.
Gracias Actimoliner, pero no tan pobre Martín, mira el desastre que causó ;)
Saludos.
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