jueves, 29 de diciembre de 2011

Herencias de un fantasma



LO OBSERVA por enésima vez rebotar contra la pared. «En cuanto a la fe en sí mismo ―piensa la madre―, ha salido a mí. Lástima ―bufa― que también haya heredado lo inepto del padre».
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Les deseo a todos los amigos, lectores y visitantes fantasmas del Elefante un Feliz y Próspero Año Nuevo.
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martes, 27 de diciembre de 2011

La gloria del cuento según...



... Medardo Fraile
«La gloria del cuento es la brevedad. Hacer impacto. Si en esa brevedad el verbo se hace carne, sale un cuento maravilloso. Y siempre tiene algo de misterio. Se debe encontrar una sobriedad que no quite expresividad. En realidad, nadie sabe lo que es un cuento. Al que cree saberlo, se le nota, porque hace un mal cuento».
Pintura: Mary Jane Ansell, The Butterfly Book
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martes, 20 de diciembre de 2011

El vendedor de ventanas portátiles



RAMÓN CORTÉS le dice a todo el mundo que él es un vendedor de ventanas portátiles. “Mis ventanas ―afirma― tienen el tamaño de una caja de fósforos, por lo que pueden llevarse en el saco o en el pantalón en el caso de los caballeros, o en la cartera, en el de las damas. Son inmunes a los pelotazos, no se ensucian y jamás fallan”. Cuando alguno de sus interlocutores le solicita una demostración, con los ojos saltones, enseña una de sus palmas horizontal y vacía. Ante la incredulidad del cliente, Ramón Cortés tira de una de las aristas de la ventana. “Otra ventaja de mi producto ―arguye mientras extiende ambos brazos en direcciones opuestas― es que se adapta al tamaño que uno necesita”. Y agrega: “Para restaurarla a su forma portátil, lógicamente, realizamos la operación en sentido inverso”. Su discurso concluye siempre con un rotundo: “¿Cuántas me dijo que quiere?”. Tal vez por misericordia o para sacárselo de encima, la gente suele efectuar la compra a cambio de una modesta suma. Pero Ramón Cortés sabe perfectamente que lo toman por loco, ya que todos, sin excepción, olvidan lo comprado en el suelo.
Lo curioso del caso es que durante las investigaciones para dilucidar cómo los asaltantes evadieron el cerco policial en la reciente toma del Banco Provincia, Ramón Cortés, quien se hallaba entre los rehenes, declaró:
―Eran buenos muchachos..., ni dudaron en usar mis ventanas.

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lunes, 12 de diciembre de 2011

El tío Iván



ESTA NOCHEBUENA, el tío Iván se apareció en casa provisto de un pequeño arsenal de fuegos artificiales. Mamá le dijo que de ninguna manera iba a permitir semejante despliegue de artillería en el jardín, que era muy peligroso para los chicos ―¡qué rabia me da cuando ella, alegremente, nos hace quedar como tarados!―. Pero el tío, que ejerce de concejal y tiene la palabra entrenada para salir airoso ante cualquier discusión, pudo convencerla de que nada malo nos iba a pasar ya que sólo oficiaríamos de mirones. Así, a las doce en punto, mientras todos brindaban, Matías, Rubén y yo, aplaudimos el despegue del que sería el primero y último de «Los Patriots del tío Iván». Enseguida, un reno cayó sobre el arbolito de Navidad del jardín; otro, entre las mollejas y chinchulines que aún quedaban en la parrilla; y otro fue a parar al fondo de la piscina a fabricar burbujas. En tanto, Papá Noel abrió un agujerazo ―dado su consabido sobrepeso― en el techo del living. Mamá no esperó a que cayese el último de los renos para echarle la bronca al tío. Matías y Rubén están preocupados porque tal vez no lo vuelva a invitar, comparto su aflicción, sobre todo después que ella le dijese «¡Olvidate que tenés una hermana!». No obstante, me puede la envidia: ¿por qué nosotros tuvimos que ligarnos al viejo y todo su bichaje, mientras la bolsa repleta de juguetes fue a dar a la casa del odioso de Alvarito?

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La presente minificción ha sido publicada en La Esfera Cultural en el marco de la convocatoria La otra Navidad.

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miércoles, 7 de diciembre de 2011

Los coleccionistas de vidrio, de Aurora Ruá



Los coleccionistas de vidrio
Autora: Aurora Ruá
Ilustraciones: Paula Alenda
Páginas: 94
Editorial: Tándem Edicions
Año: marzo 2011
Colección: La bicicleta amarilla

Me ha gustado —y mucho— leer Los coleccionistas de vidrio. Como se lo expresé a la autora, se lo hace con el mismo placer que se bebe un vaso de agua fresca. La prosa fluye limpia, amena, sin quiebres... Una delicia.

El libro se divide en cuatro capítulos, en el primero, La casa azul, Aurora nos presenta a los protagonistas: Andrés, un niño que perdió a su madre al nacer y, pocos años después, a su padre y su tío en un naufragio; quedando así a cargo de su abuelo. Éste es un viejo marinero que desde la muerte de sus dos hijos no ha vuelto a aventurarse al mar. Ambos viven en la casa azul que refiere el título del capítulo. El tercer protagonista es Joaquín, quien no lo pasa nada bien dado que su padre es un borrachín. 

Cierto día, la maestra pregunta sobre el significado de la palabra coleccionismo, y, luego, sobre qué colecciona cada uno. Al llegarle el turno a Joaquín, y decir éste que nada, recibe una burla (podría coleccionar chapas y posavasos de los bares) que lo hace salir corriendo, previo ajuste con el bocazas, de la clase. Anoticiado el abuelo de lo sucedido, urde un plan. Pero mejor que se los cuente la autora:  

[...] —Podéis explorar tras la tormenta —sugirió el abuelo—. Es el mejor momento, las olas arrojan tesoros ocultos a la orilla, como éste.
Entonces sacó de su bolsillo un objeto y lo colocó sobre la mesa. Era una piedra redondeada de color rojo.
—¿Qué es? —preguntaron al unísono.
—Vidrio de mar.
Los niños se miraron con extrañeza y acariciaron la superficie pulida de la piedra.
—¿De dónde la has sacado? Es precioso...
—Lo encontré tras una tormenta, entre las piedras de la orilla. Son difíciles de encontrar, no creáis... Alguna vez me he planteado ir a buscar más, coleccionarlas, pero ya estoy mayor para andar yo solo por las rocas... Además, tampoco tengo la vista que tenía... Podríais acompañarme algún día a buscar más.
—¿Hay vidrio bajo el mar?
—Claro, vidrio arrojado por los hombres a lo largo de miles de años. Cada uno de estos vidrios tiene una historia sorprendente. Fíjate bien, parece una simple piedra, pero... piensa por un momento qué objeto fue antes de convertirse en este fragmento. ¿Qué manos lo lanzaron al mar? ¿Cuánto tiempo ha viajado y qué distancia ha recorrido? Cada uno de ellos guarda una historia extraordinaria. Éste, sin ir más lejos, es parte de la copa del pirata Barbanegra... ¡No me digáis que no conocéis la historia!
Los dos niños negaron boquiabiertos. [...] 

Entonces el abuelo les cuenta la singular historia de La copa del pirata, tras lo cual, y ante la curiosidad de los chicos por conocer cómo se enteró de lo referido, el anciano les dice que es como si (las piedras me) susurraran las palabras al oído, sólo hay que saber escuchar. Luego, como no podía ser de otra manera, el abuelo le regala la piedra roja a Joaquín para que comience su colección. 

El abuelo, por supuesto, es un cuentacuentos, y en cada capítulo les regalará a los niños y a nosotros la historia de las piedras que los niños vayan hallando. Por lo tanto,  tenemos dos lecturas simultáneas: la de las vicisitudes de los pequeños y la de los cuentos. La técnica de intercalar historias dentro de una narración mayor tiene una larga y fructífera tradición literaria que nos remonta a Scheherezada, El Decamerón, Corazón de Edmundo de Amicis, etc. (con las singularidades de cada caso). Pero como toda técnica a la que se utiliza sabiamente, funciona para el lector como si fuera la primera vez.

Los capítulos siguientes (sobre los cuales no voy a explayarme, espero que con el primero haya sido suficiente para despertar vuestro apetito lector) son: La Cala del Viento, Teresa y Los coleccionistas de vidrio. Con sus respectivos cuentos: El farol de loto, La botella del náufrago y El escarabajo del faraón.

Sobre los cuentos acotar que son un prodigio de imaginación. Me han gustado todos, pero mis preferidos son La copa del pirata y El farol de Loto. De este último les dejo el comienzo:

Loto era la hija más joven del emperador, la más bella, la más alegre y afectuosa. Era el tesoro más preciado del monarca, y crecía entre mimos y constantes cuidados en lo más recóndito del harén del palacio, ajena al mundo real que respiraba  al otro lado de las murallas. [...]

Entre las muchas páginas destacables del relato no puedo dejar de citar el encuentro en el capítulo 2 de los amigos con la que será la cuarta protagonista, Teresa.

[...] La inspeccionaron de arriba abajo, era un lugar mágico en el que el rumor del mar se oía amortiguado, como cuando pones una caracola junto al oído.
—¿Crees que alguna vez vuelven por aquí las sirenas? —preguntó Joaquín.
—No sé, aunque el abuelo dice que todavía existen, yo no lo tengo muy claro.
Salieron por la abertura del otro lado, que daba a otra bahía más amplia; entonces la vieron. Apenas podían creerlo, sobre una roca, sentada tomando el sol con los ojos cerrados, descansaba una sirena de largos cabellos dorados. Se quedaron inmóviles como estatuas, con las bocas abiertas por la sorpresa, hasta que, de pronto, ella percibió su presencia y se incorporó.
—Hola —les dijo—. ¿Qué estáis mirando?
No era una sirena, era tan solo una niña a la que no conocían. [...]


El libro, además, viene bellamente ilustrado por Paula Alenda. Un total de nueve acuarelas recrean pasajes de la historia de Andrés y Joaquín o de los cuentos. Las mismas son sobrias y delicadas.

En cuanto al libro como objeto en sí, se ve que estamos ante una editorial responsable. La edición está muy cuidada, el papel es de buena calidad y el tamaño y tipo de la letra altamente legible.

En suma, un libro que desde aquí recomiendo para los peques (de 8 años en adelante se específica en la contratapa) y para los no tan peques que gustan del dejarse llevar por la buena lectura sin importar edades.

Mis más sinceras felicitaciones, Aurora.
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domingo, 4 de diciembre de 2011

CAPÍTULO 10. LOS HOMBRES CALVOS


Cienmanos: Bicho todavía sin clasificar en ningún orden de la zoología, que consta de muchas cabezas creativas, y de un montón de manos (nadie ha sido capaz de contarle cuántas, porque se están moviendo continuamente). Se caracteriza por avanzar con las manos sobre el papel y sobre el teclado del ordenador, con la intención de crear una micronovela.

Y la micronovela ha alcanzado ya el Capítulo 10, donde, de la mano de David Guirao y de un servidor, hacen irrupción los hombres calvos... 

Desde aquí vaya mi agradecimiento a Purificación Menaya por habernos embarcado en este fantástico proyecto, y a David con el cual ha sido un placer trabajar por su excelente recreación del texto.

Espero que nuestra participación resulte de vuestro agrado.  


Brevísimo y singular resumen hasta el presente capítulo: Todo comienza con nuestra protagonista, Paula (Lew), tambaleándose por unas callejuelas oscuras poco antes de su azaroso y fugaz encuentro con Víctor Tim. Atrás ha quedado el cuerpo sin vida de Bruno (Laborda)...
Pronto nos enteramos que Bruno había viajado en el tiempo (al pasado), entrecruzando su destino con el de Paula.
Paralelamente, Sebastián Laborda inicia la investigación para desentrañar el misterioso cuaderno de notas de Víctor. Para lo cual solicita la ayuda de un viejo profesor amigo suyo: Emilio.
En un callejón, Paula trata de limpiar sus zapatos para desorientar a los hombres que la persiguen. Se devela que Bruno había ido a parar al Valladolid de 1947.
Víctor Tim se da cuenta que olvidar su cuaderno de notas en un despacho de la facultad ha sido un gravísimo error...
Carmen, la esposa de Emilio, es amiga de una tal Paula... A través de una discusión entre los esposos, Emilio se desenmascara...
Paula se tropieza con Sebastián y nos anoticiamos que la Paula amiga de Carmen es, efectivamente, nuestra protagonista; y que ha logrado viajar hasta el año 2011 escapando de sus perseguidores gracias al preparado que Bruno había desarrollado a partir de las notas de Víctor. 


CAPÍTULO 10. LOS HOMBRES CALVOS



























HACÍA volutas de humo cuando golpearon a la puerta.
—¡Adelante! —dijo el anciano.
Dos sujetos enfundados en gabardinas negras ingresaron a la lujosa habitación y saludaron, con una reverencia, al viejo tras el escritorio. Este les hizo un gesto con la mano.
—¡Disculpe! —dijo el mayor de los hombres, y al tiempo que se quitaba el sombrero le asestó un codazo al otro para que lo imitase. Sus calvas relucieron bajo la luz cenital.
—Así está mejor: la buena educación ante todo. —Hizo una pausa en forma de ingente voluta de humo—. ¿La atrapasteis?
—Sobre eso queríamos hablarle...; créame que estuvimos a punto, pero... se nos escapó.
El anciano se puso de pie y golpeó el escritorio.
—¡Imbéciles!
Luego apagó el puro.
—Decidme exactamente cómo la perdisteis.
—La teníamos acorralada en un callejón —intervino el más joven—, cuando la sinvergüenza sacó una botellita de su faltriquera y se tomó el contenido. En cuestión de segundos desapareció frente a nuestros ojos.
—"Nunca bajes la guardia ante una pelirroja, son problemáticas por antonomasia", eso me decía mi padre cada vez que se peleaba con mamá —rememoró el viejo, y tras acariciarse la barbilla, agregó—: Entonces como yo sospechaba Bruno le confió todo a la chica. ¡Debemos atraparla cueste lo que cueste!
—¿Cómo? —indagó el mayor.
—Usaremos lo que nos queda de la fórmula para seguirle los pasos.
—Pero ignoramos a qué época viajó.
—No te preocupes, la sustancia abre un paso temporal sólo entre el presente y el 2011.
El anciano se apartó del escritorio y les pidió ayuda a los hombres para ponerse la gabardina negra. La curiosidad aguijoneó al más joven:
—Señor, algo así, tan acotado, ¿realmente servirá para nuestros planes?
—¡Ja! Vislumbro un poco de materia gris en esa cabezota. En verdad, Bruno sólo alcanzó a reproducir una de las fórmulas que Víctor Tim había desarrollado para viajar en el tiempo, pero hay más, muchas más. ¿Entiendes? —El joven asintió—. Por eso es imprescindible que hallemos a la chica: si Bruno tenía el cuaderno de notas de Víctor, ella debe saber dónde lo ocultó.
—Jefe —intervino el mayor—, su sombrero favorito.
El anciano sonrió, y pasándose una mano por la calva antes de vestir el borsalino negro, dijo:
—Muchachos, ¡el futuro tiene nombre de mujer!

Texto © Gabriel Bevilaqua
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