lunes, 27 de septiembre de 2010

De caballeros, dragones y elefantes en un tintero

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No hay dos sin tres, suele decirse, y nunca mejor que en esta ocasión porque la Editorial Dunken me acaba de hacer llegar un ejemplar del libro “Los vuelos del tintero”, donde un texto de mi autoría logra por tercera vez saltar al papel (las dos anteriores fueron “Manos que cuentan” y “Cuentos alígeros”). Del libro en cuestión participan 88 autores de todo el país con textos de hasta dos carillas de extensión; alternándose en el mismo microrrelatos, cuentos breves y otras formas ficcionales propias de la corta distancia. Vayan desde aquí mis felicitaciones para la editorial por llevar adelante esta iniciativa.


Pero basta de cháchara y vamos a los bifes. A continuación el microcuento (o fábula o microrrelato) que hace equilibrios entre las páginas del susodicho.



De caballeros y dragones


—ASDRAZIL, dime ¿dónde puedo hallar un dragón para contrastar mi valía? —demandó el caballero, tras meses de infructuosa búsqueda.


—He de informarle, Señor, que, gracias a gente como vos, no quedan dragones en este reino. No obstante, sé que al norte, en las inhóspitas tierras de Sibarg, donde pocos se atreven, se oculta el último y más sabio de su especie —dijo el mago, con indolente voz.


De inmediato, el caballero partió en su búsqueda; ocasión que Asdrazil aprovechó para despojarse —conjuro mediante— de su apariencia humana, y volar, despreocupadamente, hacia el sur.



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martes, 14 de septiembre de 2010

Anudando la realidad

Cobatas 01



UNA MANERA JUICIOSA de empezar la presente jornada sería, por ejemplo, averiguar quién es la mujer que me está anudando la corbata. Lo sería, claro, a no ser por el detalle de que también ignoro quién soy yo, y por tanto, desentrañar dicha cuestión se me impone como prioritaria. Ahora bien, he de confesar que a pesar de mis incertidumbres varias no me animo a subvertir la evidente paz que envuelve a la joven con preguntas fuera de lugar. Después de todo, ella ni siquiera se ha percatado de que un advenedizo ha entrado en la habitación y que alegremente acaba de pasar a través de nosotros.

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miércoles, 8 de septiembre de 2010

Castigo por castigo

Sinan Ertez, Hourglass


CUANDO papá halló el reloj de arena roto, me mandó a la cama sin cenar y me prohibió la computadora por una semana. De nada me valió apelar a su condición de abogado. «Su historial, mi estimado, es más que suficiente: ¿cuántas veces le advertí que no jugara con el objeto en cuestión? Innumerables, y aún así usted reincidió otras tantas. He aquí las consecuencias», dijo, y sardónicamente, agregó: «Sea hombre, y acepte su condena». Una semana después, durante la madrugada, oí ruidos en la sala. Bajo el sillón lo encontré al Bobby mordisqueando la maqueta del HMS Beagle a la que papá le había dedicado sumo fervor. Cuando iba a avisarle, observé junto al perro un trozo informe del armazón del reloj. Entonces, sigilosamente, me retiré a mi cuarto.


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Foto © Sinan Ertez, Hourglass


El presente texto resultó seleccionado del mes de julio próximo pasado en el concurso de Microrrelatos sobre abogados.


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