lunes, 28 de diciembre de 2009

Diez mandamientos para escribir con estilo


Diez mandamientos para escribir con estilo


I

Lo que importa más es la vida: el estilo debe vivir.


II

El estilo debe ser apropiado a tu persona, en función de una persona determinada a la que quieres comunicar tu pensamiento.


III

Antes de tomar la pluma, hay que saber exactamente cómo se expresaría de viva voz lo que se tiene que decir. Escribir debe ser sólo una imitación.


IV

El escritor está lejos de poseer todos los medios del orador. Debe, pues, inspirarse en una forma de discurso muy expresiva. Su reflejo escrito parecerá de todos modos mucho más apagado que su modelo.


V

La riqueza de la vida se traduce por la riqueza de los gestos. Hay que aprender a considerar todo como un gesto: la longitud y la cesura de las frases, la puntuación, las respiraciones; también la elección de las palabras, y la sucesión de los argumentos.


VI

Cuidado con el período. Sólo tienen derecho a él aquellos que tienen la respiración muy larga hablando. Para la mayor parte, el período es tan sólo una afectación.


VII

El estilo debe mostrar que uno cree en sus pensamientos, no sólo que los piensa, sino que los siente.


VIII

Cuanto más abstracta es la verdad que se quiere enseñar, más importante es hacer converger hacia ella todos los sentidos del lector.


IX

El tacto del buen prosista en la elección de sus medios consiste en aproximarse a la poesía hasta rozarla, pero sin franquear jamás el límite que la separa.


X

No es sensato ni hábil privar al lector de sus refutaciones más fáciles; es muy sensato y muy hábil, por el contrario, dejarle el cuidado de formular él mismo la última palabra de nuestra sabiduría.


Friedrich Nietzsche



La negrita es del Elefante

Foto © Adrián Markis


miércoles, 23 de diciembre de 2009

Un servidor les desea...


¡Felices fiestas!


Y como regalo para tan abnegados visitantes, seguidores y comentaristas —en especial para los “más viejitos”, los que me han acompañado casi desde el principio, ¡Dios sabrá por qué!—, les dejo un brevísimo cuento navideño. Espero que sea de vuestro agrado.


Percepciones

ODIO LA NAVIDAD. El año pasado descubrí a Santa, después de dejarnos los regalos en el arbolito, besuqueándose con mi mamá. ¡Pensar que papá es un santo!

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Foto © Lensbaby


viernes, 18 de diciembre de 2009

De crímenes imprudentes


CILES MARCEK podía lograr, en la más estricta de las inmovilidades, que su sombra pirueteara de mil y una maneras. Invariablemente, cada función acababa con el público de pie. Todos en el circo lo querían; excepto el mago, quien, una noche —ya harto de tanto aplauso ajeno— entró a hurtadillas al carromato de Ciles y le asestó un implacable mazazo en la cabeza.


Así, el prestidigitador recuperó la sonrisa, empero ésta no tardó en helársele al ver cómo la sombra de Ciles se erguía del cuerpo inerte y, con una cabriola prodigiosa, caía sobre la suya y la encajaba junto al cadáver. De ahí en más, él pasaría a ser ahora su nueva marioneta.


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lunes, 14 de diciembre de 2009

El arte de la ficción: dos autores


«Cuando estoy escribiendo una novela me atrinchero en mi mundo y no comparto nada con nadie. Soy de una arrogancia, una prepotencia y una vanidad absolutas. ¿Por qué? Porque creo que es la única manera que tengo de proteger al feto, de garantizar que se desarrolle como lo concebí. Ahora bien, cuando termino o considero casi terminada una primera versión, siento la necesidad de oír algunas opiniones y les paso los originales a unos pocos amigos. Son amigos de muchos años, en cuyos criterios confío y a quienes pido, por tanto, que sean los primeros lectores de mis obras. Confío en ellos no porque acostumbren a celebrarlas diciendo qué bien, qué maravilla, sino porque me dicen francamente qué encuentran mal, qué defectos les ven, y sólo con eso me prestan un enorme servicio. Los amigos que sólo ven virtudes en lo que escribo podrán leerme con más calma cuando ya el libro esté editado; los que son capaces de ver también defectos, y de señalármelos, ésos son los lectores que necesito antes. Claro que siempre me reservo el derecho de aceptar o no las críticas, pero lo cierto es que no suelo prescindir de ellas».


Gabriel García Márquez


«Creo que la narrativa, en la Argentina por lo menos, ha caído en un realismo un poco chato, casi costumbrista, costumbrista tecno, pero costumbrista al fin. Hay una chatura tal (y me sucede con muchos jóvenes que se reclaman de mi influencia, de mí como modelo) que, cuando leo lo que escriben, me sorprendo. Ha quedado muy relegada la invención. Hay como más voluntad de testimonio, de estas vidas maravillosas que estamos llevando. Creo que la historia les ha jugado una mala pasada a los novelistas, y es que les ha solucionado muchos problemas. Y una novela sin conflicto... Estos jóvenes de clase media, que son los que escriben, los que van a la Facultad de Letras, hoy día ya no tienen ningún problema, la historia se encargó de solucionarles todo. El problema sexual, por ejemplo: hoy los jóvenes no tienen los problemas que teníamos nosotros. Entonces se inventan. O recurren a la neurosis. A la hipocondría. Y toda esa miseria psicológica a mí me cansa. Yo quedé como enganchado a las novelas de piratas: salgamos al mar a hacer algo, a tener aventuras. Este realismo de barrio elegante, Palermo Soho, no me convence».


César Aira


En ambos casos, la negrita es del Elefante.


Foto © Raluca Deca


jueves, 10 de diciembre de 2009

Ella


TODOS LOS DÍAS, a la misma hora, ella viene a mi estudio. Con suma atención escucho su caso. Le explico que será un litigio largo y escabroso. Suspira, y sus ojos se clavan en mí como lágrimas; entonces, le tomo la denuncia, como siempre. Y como siempre, mientras aporreo el teclado, me pregunta por la foto de la vendimia —que aún luce en mi escritorio—, y por la mujer que me acompaña. Le ignoro la pregunta, invariablemente, con otra pregunta. Y vuelvo a pensar en Otelo, en su eterno merodear buscando cobijo, en mí…


Terminada la entrevista, se despide, siempre, con un beso que desnuda su liviandad de globo, de aire. Y me quedo con la vista clavada en la puerta que nunca, nunca abre; rogándole a Dios que algún día, ella, pueda recordarme.


Safe Creative #0911034814498

Arte © Raluca Deca 2009


domingo, 6 de diciembre de 2009

Soplando una velita


Hace exactamente un año nacía El elefante funambulista, andanza bloguera que un servidor —sin remedio culpable de ínfulas literarias— ideó para dar a conocer sus pequeños textos. Mucha agua ha pasado bajo el puente desde entonces, pero las ganas de aprender y crecer continúan intactas... Dada la ocasión, quiero aprovecharla para agradecer a todos aquéllos que con sus comentarios han contribuido a dar vida a esta bitácora: sin su participación el sentido de la misma, el ciclo de la comunicación se hallaría incompleto. Espero seguir contando con ustedes.


Para finalizar, he de dejarles un texto de Julio Torri, uno de los pioneros del microrrelato, que evoca magistral y poéticamente la aventura en que estamos inmersos.


Literatura


EL NOVELISTA, en mangas de camisa, metió en la máquina de escribir una hoja de papel, la numeró, y se dispuso a relatar un abordaje de piratas. No conocía el mar y sin embargo iba a pintar los mares del sur, turbulentos y misteriosos; no había tratado en su vida más que a empleados sin prestigio romántico y a vecinos pacíficos y oscuros, pero tenía que decir ahora cómo son los piratas; oía gorjear a los jilgueros de su mujer, y poblaba en esos instantes de albatros y grandes aves marinas los cielos sombríos y empavorecedores.


La lucha que sostenía con editores rapaces y con un público indiferente se le antojó el abordaje; la miseria que amenazaba su hogar, el mar bravío. Y al describir las olas en que se mecían cadáveres y mástiles rotos, el mísero escritor pensó en su vida sin triunfo, gobernada por fuerzas sordas y fatales, y a pesar de todo fascinante, mágica, sobrenatural.


Julio Torri


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