Saludos y gracias por haberme acompañado tan generosamente.
Gabriel
En medio del bosque, sobre una piedra de cristal la encontraron.
—Jamás había sido bendecido por la visión de una criatura tan hermosa; ¿será, descuido de Dios, víctima de alguna clase de maleficio? —dijo el joven príncipe.
—He oído, mi Señor, que de ser ese el caso, un beso de alguien como vos es capaz de obrar milagros —le respondió su fiel escudero.
Entonces el joven príncipe, ya desnuda del reluciente yelmo la cabeza, se sentó junto a la beldad para unir sosegadamente sus labios a los de ésta, quien al despertarse, atinó a decirle:
—No puedo creer semejante bellaquería, Caballero; ¡despertarme en medio de tan hermoso sueño! —Y, tras darle la espalda, volvió a dormir.
Exponía una escultura del hombre invisible. Los concurrentes, tras un breve silencio, ovacionaron al artista; quien prefirió —al saborear tan grande éxito— no denunciar el hurto.