lunes, 26 de enero de 2009

Disociación

Para «El Cuentacuentos»


HACE TIEMPO COMPRENDÍ QUE MÁS VALE LA PENA PENSAR EN UNO MISMO, por eso, esta mañana cuando estuvimos frente a frente, me decidí, por fin, a decirle que lo abandonaría. Él se limitó a frotarse los ojos, como si quisiera sacarse las migajas de un mal sueño. Cuando creyó haber terminado, volvimos a mirarnos. Entonces, le repetí mi determinación, y, cual si lo hubiera golpeado una ola, se alejó de mí. Pero el reflujo de la angustia por lo anunciado lo pudo… Tratando, enseguida, según él, de hacerme entrar en razón; pero ninguna de las palabras con las que eslabonaba sus argumentos tenía la resistencia necesaria ante la conciencia de mi propio destino. Poco después, ya súbditos del silencio, a un gesto de despedida se le antojó duplicarnos por última vez. Y aunque la puerta del baño nunca se abrió tras de él, se cerró tras de mí, en el espejo…


miércoles, 21 de enero de 2009

En su contra

Para «El Cuentacuentos»


TENGO UN AMIGO ESCRITOR AL QUE LE GUSTA LLEVAR LA CONTRA. Tan es así, que luego de pasarse veinte años bregando para ser reconocido, cuando le otorgaron el Premio Nacional de Literatura, lo rechazó.


Sin embargo, la suerte, a pesar de tal actitud, nunca le ha negado su sonrisa.


Cuando su madre le sugirió como futura cónyuge a la bellísima y sofisticada María, con la cual, hasta ese momento mariposeaba; allí estaba nuestra amiga Inés, tenue flor silvestre, para servirle de ariete a su proceder…


Recuerdo que todos me contaron de la cara de su progenitora, que de trágica daba risa; cosa que pude comprobar a través de las fotos. Es que yo, a la boda, no asistí…


Desde entonces, la distancia nos fue ganando hasta un sábado, hace unas semanas, en que nos reunimos para tomar unos tragos y rememorar los viejos tiempos. No tardó mucho, entre los divagues de dos maduros, en surgir el tema de las conquistas… «Para un tipo como vos, un dechado de virtudes, le dije, eso es pasado; ahora, seguro, debés ser fiel como un perro». Me contestó que a él nada ni nadie lo ataba, que podía ser infiel cuando quisiese. «Claro, le dije, pero entre los dichos y los hechos…» Para mi fortuna, no eran puñales sus ojos...


Sé, aunque todavía no me ha llamado, que en cualquier momento va a hacerlo... La que sí lo hizo, fue Inés, ayer, para decirme, con la voz quebrada en un llanto, que estaba muy mal, que Eduardo no sé qué, que necesitaba hablar con alguien… «Para eso son los amigos», le dije; y quedamos en encontrarnos hoy, en mi casa, como cuando éramos estudiantes…


lunes, 19 de enero de 2009

Tres por uno

«La verdadera incógnita ante Stonehenge»


¿Qué habrá sido lo que no les dio tiempo a recoger las piezas del dominó a los gigantes?





«Progreso social»


La enmienda constitucional legitimó que la fidelización a las marcas fuese genéticamente hereditaria.





«Leído en un muro del palacio de Cnosos»


El amor es el único laberinto del cual aquél que encuentra la salida está perdido.

domingo, 18 de enero de 2009

Buenas intenciones




Cuando el funambulista estrenó el abismo, la cuerda intentó salvarlo sujetándolo por el cuello…



miércoles, 14 de enero de 2009

En una casa desierta...

© Clea

UNA TRAS OTRA, LAS FLORES SE FUERON MARCHITANDO asediadas por la sed; y él, incapaz de salvarlas, dejó dos breves manchas, como de humedad, en la pared al atravesarla.


Para «El Cuentacuentos».


martes, 13 de enero de 2009

La última metáfora del poeta


La bala le entró, profana, por la sien derecha; saliéndole, por la izquierda, convertida en un pájaro.


miércoles, 7 de enero de 2009

Anhelo

Campo de trigo con cuervos - Vincent Van Gogh. 1890


Este desalineado ensayo de cuento es mi primera participación en «El Cuentacuentos».



A VECES SOY UN MÚSCULO QUE SE DILATA, que se contrae, que suda, que dibuja pasos de danza en el aire de una vida quieta. Entonces mi boca se perfila como un gajo de mandarina… Pero en esta ocasión, mi amigo Guillermo, se posa en mi brazo derecho y me baja del sueño. Me saluda, y luego se deja a un silencio igual de largo que la nube por la que bucea el sol. Sabe que estoy ansioso, que me desenvaino como una espada, pero hasta que no resurge el primer pellizco del astro, no se digna a decir más… Me entero que ha estado en la ciudad y de su asombro ante la maraña de cables que la cruzan de punta a punta. Unos compadres suyos le advirtieron que hay que tener cuidado porque dentro llevan el rayo; enojado, me bufa: «¡Qué se creen esos citadinos, que acá no tenemos cables!». Pero yo no quiero que me hable de cables, quiero que me cuente de la gente. «¡Ah!, la gente», me dice, «tendrías que verlos, siempre en movimiento, fluyendo como peces amontonados en un río estrecho». Y me imagino como un pez, como un pez con piernas, como puras piernas andando sin cesar… Y me estrenan las calles, y enseguida lo veo a Guillermo posado como una sombra en el cable urbano que ha adoptado como suyo… Le grito que se baje, pero no me hace caso. Y mis piernas me arrastran, lo pierdo de vista; la gente me mira, los saludo, converso; hago amigos, olvido…


«Te traje esto», me dice, de repente, Guillermo, desanudándome de mi deriva. Y se acerca, galopando mi brazo, hasta mi cabeza. Ostenta un botón en su pico que abandona con cuidado de relojero en la huella del que he perdido. «Así, te ves mucho mejor, no me gustas tuerto», me informa, y yo le agradezco mientras llora mi ojo nuevo un hilo blanco… Nos quedamos en silencio. Al rato, Guillermo se marcha tan sorpresivamente como llegó…


A veces soy un músculo que se dilata, que se contrae, que suda, que dibuja pasos de danza en el aire de una vida quieta.


domingo, 4 de enero de 2009

Compañía


El 2008 no quiso marcharse sin dejarme antes una pequeña gran flor: la obtención del 1º Premio en el concurso de minificciones.com.ar del mes de Diciembre. ¡Albricias!


© De la imagen Alejandro Gelaz


Esta Navidad, con mis padres, como siempre, de viaje, me sentía muy solo; pero desde que usted bajó por la chimenea ya no. Si se porta bien, cuando lleguen los Reyes lo suelto…


jueves, 1 de enero de 2009

De común acuerdo


Cada uno de los amantes lanzó una moneda al estanque de los deseos e inmediatamente se olvidaron de lo que eran el uno para el otro sólo para volver a enamorarse.


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